En su taller, Ricardo Echeverría se sumerge en un mundo de cuadernas, tracas y aparejos. Rodeado de sus herramientas, muchas de ellas diseñadas y fabricadas por él mismo, dedica sus días a la construcción de barcos históricos a escala.
Su trayectoria en este oficio no comenzó con una planificación o un sueño de infancia. “Fue por accidente”, comenta mientras coloca las sogas en uno de sus modelos.
Todo inició hace unos 25 años con una pieza de madera sobrante de un mueble que estaba fabricado. Sin un propósito claro, Ricardo comenzó a limar y dar forma al tronco, creando una embarcación que se transformó en un catamarán al agregarle estabilizadores.
Ese “pequeño experimento” fue el primer paso hacia lo que se convertiría en una pasión. Con el tiempo, comenzó a trabajar con planos detallados, que le permiten recrear los barcos con precisión. «Todo es a escala. Es lo que hace que cada barco sea único y fiel a su legado», especifica.
“Antes de armar un barco, leo su historia, vida y milagro; quiénes fueron sus capitanes, en qué guerras participó, qué hizo, cómo le hundieron o no. Es la única forma de hacer este trabajo”.
Detallista
Cada embarcación que construye es una obra de arte y una lección de historia. Actualmente, trabaja en una réplica del “HMS Victory”, el legendario buque de la Marina Real Británica, famoso por ser el navío insignia del almirante Horatio Nelson en la Batalla de Trafalgar en 1805.
El Victory es un barco imponente y complejo, el único de su tipo que aún existe y que se conserva como museo en Inglaterra. Para el artesano, reproducir este buque va más allá de seguir un plano; es un viaje a través del tiempo, comprendiendo cada rasgo, desde los cañones que elabora en su torno hasta los barriles de pólvora que evocan la vida a bordo.
“Todo está hecho a detalle: la cocina, la chimenea, los tambuchos, las escaleras, los camarotes” dice con orgullo mientras muestra las diminutas piezas que dan vida a la réplica. Cada una de las seis cubiertas está decorada con exactitud, hasta los barriles de cerveza envejecidos y el lastre, ese peso que se coloca en el fondo para asegurar la estabilidad de estos gigantes del mar.
El arte de la paciencia
El tiempo es un elemento fundamental en el trabajo de Ricardo. Un barco puede tomarle desde varios meses hasta dos años, de acuerdo con su complejidad. “El Royal Carolina me tomó dos años”, recuerda. Este yate real británico del siglo XVIII es conocido por su elegante y sofisticado diseño.
Actualmente, lleva 198 días de construcción en el “HMS Victory” y aún queda por añadir varios elementos, lo que le tomará, según sus cálculos, otros 150 días.
En este oficio, la paciencia es su principal aliada; reconoce que es común tener que rehacer piezas varias veces hasta lograr el ajuste perfecto. Cada pieza, desde las diminutas cuadernas o “costillas” hasta los finos detalles de los aparejos, requiere dedicación y un cuidado extraordinario.
Su taller es un reflejo de su esmero: herramientas hechas a medida, maderas cuidadosamente seleccionadas y ordenadas y un banco de trabajo donde corta las tracas, finas tiras que le permiten dar las curvas necesarias a sus embarcaciones.
Utiliza una variedad de maderas como nogal, haya, pino y ébano, cada una escogida por sus propiedades específicas y su autenticidad histórica.
Ha realizado reproducciones de embarcaciones como el “Kon-Tiki”, hecho con balsa de Ecuador y que rememora la histórica travesía de Thor Heyerdahl, que demostró la posibilidad de navegación desde América del Sur hasta la Polinesia en la década de 1940.
Obras
Otro de sus trabajos es el “HMS Bounty”, conocido por su trágica historia de motín y rebelión. Ricardo ha capturado con precisión la esencia de ese famoso buque.
También ha construido una réplica del “Santísima Trinidad”, el navío de guerra español más grande de su época, que contaba con 140 cañones. Este imponente barco no solo era un coloso en términos de tamaño y poderío, también simbolizaba la majestuosidad y la tecnología naval del siglo XVIII.
Quiteño de nacimiento, Ricardo encontró en Cuenca un lugar de tranquilidad y belleza. Está casado con la cuencana Klaus Salcedo, quien es su compañera y apoyo. Con cada barco que moldea, traza un puente entre el pasado y el presente, dejando que la historia de los mares cobre vida a través de sus manos.
Más que un pasatiempo
Aunque el trabajo con barcos no es una fuente de ingresos ya que no los comercializa, para Ricardo Echeverría es una forma de vida. “Vivo espiritualmente de esto”, asegura. La elaboración de barcos ha sido una constante, incluso durante su carrera musical.
Echeverría, que hasta hace poco fue guitarrista y cantante en el dúo “Voces y Guitarra” , grabó ocho discos y ganó concursos internacionales. “Perdí el oído hace unos dos años”, confiesa.
Después de una carrera llena de éxitos en escenarios de América Latina, incluyendo el prestigioso festival de Cosquín en Argentina, tuvo que dejar la música y encontró un refugio en el modelismo naval. “Fue un duelo, lloré y ahora estoy en mis barcos” comparte.
Continúa con la labor en su taller, perfeccionando cada barco con el mismo entusiasmo y dedicación con el que alguna vez subió a un escenario. Actualmente, experimenta con la técnica de introducir barcos en botellas, un desafío nuevo que espera dominar. (I)
DATO
Para perfeccionar su técnica, Ricardo asistió a la Escuela Naval en Guayaquil hace 25 años. Recibió formación práctica y técnica, aprendizaje de nudos marineros. Estuvo en el Buque Escuela Guayas.
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años le puede tomar la elaboración de un barco al artesano, de acuerdo con la complejidad del diseño.